el capítulo    III- Búsqueda con grandes maestros

         Estudió Recursos Humanos en la entonces Universidad Técnica del Estado (hoy Universidad de Santiago) con el idealismo de estar cerca de las soluciones sociales, humanas. Pero se equivocó, las empresas tomaban a estos profesionales para hacerse cargo de temas de organización administrativa, muy lejos del ideario que tenía Eduardo Labra en su cabeza. Era mediados de los 80'  y se sentía en una profesión que no calzaba, en un país en plena crisis económica y social y siendo un joven padre. Tenía 21 años. Entonces deambuló buscando su camino, pero sabía que no podía demorarse mucho, porque el mundo concreto lo estaba llamando "estaba dando palos de ciego cuando fui llegando a este otro mundo", recuerda. Atraído fuertemente por el lenguaje del inconsciente llegó a estudiar y analizar sueños con Pedro Engel para luego ser parte de los emblemáticos discípulos de la doctora Lola Hoffmann. Esas experiencias basadas en el estudio y el aprendizaje calaron hondo. Conocería la sabiduría del I Ching, de los sueños y de las Runas. Después conocería a Alejandra Dittborn, una de las más importantes astrólogas de la época, quien en 1987 le enseñaría con papel y lápiz a calcular y levantar las cartas astrales de él, de sus hijos y de su gente más cercana. Entraba así en contacto con el mapa escrito en el cielo. Tras la muerte de su amiga y tutora decide perfeccionarse con el psicólogo y astrólogo Gonzalo Pérez, “Nunca pensé que trabajaría en eso". Pudimos desentrañar su historia, pero también conocer el ambiente de uno de los grupos más importantes de desarrollo espiritual de los años 80´.

Cuando te das cuenta que no calzabas en una oficina de recursos humanos que era lo que estudiaste, ¿tenías una inquietud filosófica, existencial?

-Tengo una anécdota bien especial, el arte siempre me interesó mucho, y dentro de eso el teatro fue una pasión de mi vida y entré a una escuela que abrió la Compañía teatro-Circo, que  incorporaba danza, música y presentaciones cosa que en ese tiempo eran totalmente originales. En tiempo tuve un profesor, Alejandro Cohen (primer testimonio), quien en una conversación me dice: "no te veo dentro del teatro, creo que vas por otro lado, tengo un amigo que se llama Pedro Engel, llámalo de parte mía, y ve qué puedes hacer con él, ve si te puede orientar".

¡Pedro Engel!

 -En esa época Pedro tenía muy bajo perfil; no era el hombre público que es ahora. Lo conocí en 1985, y  recuerdo que llegué a él un poco desesperado, buscando algo que me hiciera sentido; yo trabajaba en múltiples cosas para ganarme la vida, en el comercio, restoranes para así llevar un sustento decente a mi casa. Pero la efervescencia interior era muy fuerte; siempre fue así, desde chico. Recuerdo que en esta misma pieza (donde conversamos ahora) me juntaba con el dueño de esta casa, que era un profesor de filosofía, a aprender el Kybalion. Claro, cuando  uno es chico se alucina de otra forma, uno dice: ¡hay mundos paralelos, desdoblamientos! Como que uno se deja llevar por los efectos especiales. Este profe me tomó y trabajamos con la tabla esmeralda, con los 7 principios herméticos. Después pasé por la gran fraternidad universal y cuando llego donde Pedro, en una primera etapa aprendo interpretación de sueños. En esa época él estaba a full metido con la doctora Lola Hoffman en el desarrollo de ese tema. Él abordaba una cantidad de temas interesantísimo y a los tres años, a comienzos de 1987, me dio la posibilidad de ir a los talleres de la Lola.

Esa primera etapa de aprendizaje, ¿era una actividad sistemática?

-Todas las semanas. Además tenía la suerte de vivir cerca de Pedro y me iba caminando; tengo el recuerdo de haber pasado mucho tiempo en su casa.

¿Tu idea de aprender interpretación de sueños era para trabajar los tuyos o los de otros?

 -Era para poder sanarme de lo que yo sentía; me sentía súper perdido. Era plena dictadura donde tampoco podíamos decir que los temas de cultura o de trabajo interno estuvieran al alcance de las personas. Tengo el recuerdo de momentos de mucha oscuridad, sobre todo antes de conocer a la madre de mis hijos. Como que el amor sacó el arcoíris de adentro de mi alma.

¿Venías de experiencias depresivas?

-En ese momento no le encontraba sentido a nada. Iba a la universidad, estudiaba, pero veía que mis profes era súper chatos; no tenían ni una proyección más allá. El entorno era muy opresor para un espíritu libre como yo, no habían espacios para expresarse, para poder crecer en ese sentido. Después me fui dando cuenta de todo lo que uno cargaba: joven, varón, viviendo en una sociedad con una herencia patriarcal como la nuestra y todo eso estaba guardado en mí. En ese momento tampoco sabía que habían otros parámetros para abordar la vida, otras miradas, se va juntando todo;  y con todo el amor que uno siente por sus papás, un día los miro y tampoco me irradiaban felicidad ni un sentido de la existencia.

"La vida es así" y hay que cumplir no más...

-Exactamente. Y claro, al trabajar con el inconsciente empezaron a aflorar montones (de elementos) para empezar a reconocerme.

¿Tuviste sueños emblemáticos que lo recuerdes hasta hoy?

-Sí, recuerdo un sueño que le conté a Pedro: yo estaba a la orilla del mar y sentía una pulsión de querer meterme al mar, pero como estaba atardeciendo empecé a sentir la contradicción sobre entrar o no al mar a esa hora. Pedro me interpelaba: "¿por qué no podrías haberte metido al mar?". Ahí uno se da cuenta de la cantidad de cosas en la que uno está formateado sobre cómo "se tiene que vivir". Recuerdo otro sueño: un hombre tocando una melodía a través de una concha, muy mística, que yo asociaba con la India, pero el ritmo cambiaba a algo de mayor frenesí, de mayor vitalidad y ahí lo asociaba con África. Pedro me explicaba que esa música estaba dentro mío. Empezaron a aparecer las latencias que antes no tenías idea que estaban ahí.

¿Cuál era tu inquietud por ir donde Lola?

-Era ir a la fuente del saber, era ir donde la maestra. Fui a los talleres colectivos de sueños que daba ella, yo era la guagua del curso (risas), tenía 24 años y mis compañeros eran todos unos 10 años mayores que yo. Era ponerse en contacto con otra gente, que era un muestreo de la sociedad, después te das cuenta, por ejemplo, que en esa época no eran pocas las mujeres que tenían que hacer todo un juego de equilibrio para poder ir a esos talleres ¡era un desafío tremendo! Hoy, 30 años después, es algo más natural. Eran los tiempos en que la Lola incentivaba a que las mujeres desarrollaran su lado masculino, que pudieran ser independientes, que pudieran llegar a acuerdos con sus parejas, que los educaran para que ellas pudieran "ser"; planteaba que una mujer plena tenía mucho más aporte en la vida de un hombre que una mujer domesticada.

Recuerdo una ocasión en que pude contar un sueño: "yo veía a la madre de mis hijos (tuvieron dos), mi mujer de esa época, bailando en el paseo Ahumada. Junto a ella se reunían muchos hombres: miraban a esta mujer hermosa que bailaba sensual. Y cuando dejaba de bailar yo la retaba de por qué tenía que estar mostrándose, y ella me respondía: yo soy así".

¡Imagínate lo que fue trabajar ese sueño con la Lola Hoffmann! (risas). Yo tenía toda la carga de 6 mil años de patriarcado aunque mi edad fuera de 24 años.

Era un espacio que removía...

-¡Por supuesto! Es que era un grupo tremendamente motivador, recuerdo que estaba Malú Sierra, Pedro, la Jacqueline Wilson,  personas que se han dedicado a la terapia con mucha fuerza. Además estaba muy absorto de todo lo que estaba pasando conmigo a nivel de aprendizaje del inconsciente, y además ¡los maestros con los que me tocó aprender a los 24 años!.

Recuerdo otro sueño importante, dos meses después de una conversación que tuve con Lola: soñaba que la mamá de mis hijos estaba presa por la CNI, sentía una angustia feroz, me desperté y trabajé el sueño. Lo que yo sentí en el fondo, que su estar presa, tenía que ver con que obviamente para mí era imposible quitar la mirada a lo que ella hacía o dejaba de hacer, si salía o no salía, etc., Con esa información pensé: ¿yo quiero tenerla presa? ¡No, no quiero ser carcelero y menos de la mujer que yo amo! Entonces agarré un bolso y me fui. Hoy ella se ríe y dice:"claro, si te fuiste porque tuviste un sueño". Yo di un paso al costado frente a una historia que tuvo ella. Me importa contar esta historia, porque hoy somos abuelos y nos apoyamos mucho en las dinámicas familiares. No somos los mejores amigos, pero siempre nos estamos conteniendo con los temas de los hijos. En el fondo quiero mostrar que una situación que me pareció insalvable, después se puede ver de una perspectiva distinta, donde me doy cuenta que en buena hora me la encontré para hacer familia.

Mientras más le prestas atención a tu inconsciente, más puedes ayudarte en temas complejos como éste...

-La doctora decía que nuestro inconsciente, y que nuestros sueños, eran nuestro manual de vida, pero con un lenguaje distinto, alegórico, de símbolos, que es necesario tratar de ver qué es lo que están tratando de decirnos. Creo que la Lola nos dejó  una tremenda tarea y su legado aún no está bien entendido...Para mí, con todo lo que he trabajado este año (2015) mi aprendiza de Lola me sigue desafiando, porque es un aprender constante. Su enseñanza va de la mano con el trascender.

¿Cuándo identificas que seguirías por el camino del crecimiento personal?

-Apenas conocí a Pedro, recuerdo que dije "esto es lo que yo quiero hacer con mi vida. Llegué".  Fue el 85´ yo dije ¡llegué, llegué, esto es!, porque lo que me interesaba era el ser humano, y por eso había estudiado lo que había estudiado y, por otro lado, aparecía este conocimiento, esta terapia de meterme en la psiquis del otro, de aprender a escuchar, de reconocer ese mundo paralelo que es el inconsciente, que es tan vivo y natural.

¿ Y la lectura de las runas que fue con lo que muchos te han vinculado?

-Las runas aparecieron en el camino. Recuerdo un día que le llegó un libro a Pedro, y me dijo "mira que choro, me lo trajeron de Islandia, podríamos probar". En ese momento yo trabajaba como artesano, hacía cosas muy sencillas, en plata principalmente, y elaboré las runas, y como Pedro tenía un círculo importante de personas, se empezó a mover entre gente que estaba en procesos de búsquedas. Pero te aclaro que siempre me vinculé desde el escepticismo, porque no he sido de los que se compran todas las cosas a la primera, al revés, yo siempre decía, veamos qué pasa.

¿Y qué pasó con las runas?

-Me permitieron empezar a recibir personas que necesitaban apoyo en algún sentido, entonces, aprendí a escuchar, a contener, a poder recetarles un determinado signo para que lo portaran. Siento que yo le ponía toda mi buena tinca cuando llegaban las personas a consultar las runas, pero después me quedaba trabajando con todo lo que había pasado con esa persona, entonces iba enriqueciendo mi lectura e interpretación. Me quedaba trabajando mucho, mucho; tenía muchas horas del día para su aprendizaje.

¿Previamente tuviste un acercamiento a otro tipo de oráculo?

-Antes de conocer a Pedro, comencé a jugar con el tarot, eran prácticas muy suaves. También con el I Ching consultaba para mí. En ese entonces no tenía claro para qué, ni cómo, sólo era un juego más profundo que me permitía conectar para adentro.

¿Cómo fueron tus primeras interpretaciones?

-La primera vez que vi un oráculo fue a Pedro. Me dijo "¿quieres aprender? entonces al primero que tienes que ver es a mí". Sacamos una runa respecto de un tema que él propuso. Lancé dos o tres conceptos asociados a ese símbolo, y él me dijo que efectivamente tenía que ver con lo que estaba sintiendo.

¿Por cuánto tiempo te dedicaste al tema de las runas o lo fuiste mezclando con otras disciplinas?

-Siempre fue mezclado. Las runas fueron mi caballito de batalla, ahí me focalicé como un recurso para ganarme la vida, pero siempre estuvo todo unido. El trabajo con los sueños, por ejemplo, era lo fundamental, tenía cuadernos y cuadernos. El tarot y el I Ching se veía al desayuno con los hijos, era algo más personal. Hasta que conocí a Alejandra Dittborn que es la más grande astróloga de este país, y entré al lenguaje de la astrología. Compartimos estrechamente entre 1987 y 89´ cuando ella falleció. Fue un periodo de muchas  investigaciones. Donde Pedro tuvimos un grupo que se llamó de los "giles",  en realidad era el grupo de "los giles". Hicimos una investigación muy interesante sobre chamanismo de distintos lugares del mundo.

¿Cómo?, ¿se juntaban a estudiar?

-Todas las semanas nos juntábamos, y los sábados era día de fiesta: a las 4 de la tarde en la casa de Pedro. Él tiene una biblioteca ¡increíble! e iba sacando sus joyitas y hacíamos un  recorrido por distintos lugares del mundo. En ese tiempo Gloria Lieberman viajó a África, y nos mandaba unos tremendos tratados, escritos a mano, y nos contaba sobre los antepasados, miles de cosas, y nosotros íbamos recreando desde nuestra propia creatividad.

¿Practicaban ritos para ver cómo funcionaban?

-¡Claro, claro!, siempre había alguien en el grupo al que le estaba pasando algo y necesitaba el  apoyo de una sanación o a veces aparecían personas de afuera del grupo.  Al final el altar lo teníamos lleno de rogativas, íbamos poniendo distintas piedras, escribíamos, yo era el escriba, o hacía los conjuros con runas para distintos temas, tocábamos tambores o nos pintábamos la cara, poníamos música, ¡llegábamos a unos estados! (risas).

¿Siempre en la casa de Pedro Engel?

-Sí, en la pérgola. Pero eso cambia cuando muere la Aleja, porque el mayor logro que ella tenía era su capacidad de aglutinar, ¡de todos lados!, además tenía esa liviandad y esa cosa de que todo el mundo se entregaba con ella. Murió y nunca más volvió a darse.

A partir de este grupo empiezas a aprender la astrología

-Sí. En esa época era con tablas de logaritmos, marcar latitudes, yo ya había estudiado en la universidad matemáticas y no se me hacía difícil. Sentí que lo que había aprendido con la Lola y con Pedro en la interpretación de sueños, cuando aprendes a analizarlos es como si hubieras aprendido un mega idioma, el gran idioma, el idioma universal, un idioma espontáneo, de una variedad y riqueza infinita. Entonces, fui aplicando la misma metodología del análisis de sueños. Recuerdo que tuve la posibilidad de trabajar con hermanas gemelas, es decir, me enfrentaba a una misma carta astral en dos personas distintas. La conversación que tuve con una de ellas derivó hacia unas temáticas, direcciones y desafíos completamente diferentes al de la otra. Me di cuenta que no pasaba nada con el determinismo. Como decía la Lola, uno tiene el símbolo y no se puede interpretar en abstracto. Tienes que ponerlo junto a la persona, con su biografía, con su experiencia, en cómo percibe cada persona. Un mismo símbolo puede tener connotaciones muy distintas.

El rol concreto del astrólogo es ajustar los símbolos del mapa a la historia y situación particular del paciente: ahí está el arte, ya que para lograr este propósito es absolutamente necesario, sensibilidad y conocimiento del alma humana. Te ahorra un tiempo importante con el cálculo, pero la interpretación tiene que ver con el bagaje y la intención del especialista". Más que un sistema oracular, la interpretación de la carta resulta una herramienta terapéutica…

¿La información de la carta astral la termina completando el consultante?

-Yo nunca estudio una carta astral antes de estar con la persona al frente. Además para mí siempre una carta va a iniciarse sobre qué aspectos deseas hablar, en qué estás tú. Me pongo 100% receptivo de la persona que viene.

¿La carta astral te da tendencias?

-Te va mostrando ciertas postales. Por ejemplo yo te muestro "una postal" y tú vas a tener una reacción; lo que yo trabajo es la reacción subjetiva que tuviste en ese momento. Ése es mi trabajo. Yo te puedo decir: tu infancia fue súper exigente, porque tienes una luna en Capricornio o Saturno, pero puede ser que la persona sea súper regalona con sus padres y lo que ocurrió ahí es que sus padres habían generado un nivel de dependencia que nos les permitía desarrollarse, y las pocas veces que la persona había logrado cierta plenitud coincidió con que esta persona había tenido que ir a hacer un trabajo lejos de la casa. Pero la imagen que yo tuve fue otra, unos padres exigentes. Pienso que el astrólogo va conformando una flor, como un mandala de la persona que tiene al frente. Una flor que los programas computacionales no pueden lograr, muy usados hoy en día, porque ellos te dan información de los planetas, de las influencias. De 10 frases habrán cuatro que  te hacen sentido. Lo que puede hacer un astrólogo es configurar una flor de la persona.

Un mapa personal...

-Y único, es absolutamente único.

¿Cuál es tu interpretación para que exista la posibilidad que de acuerdo con la posición de las estrellas al momento de nacer se pueda desprender información relevante en la vida de las personas?

-Por ejemplo, los 12 signos zodiacales, hablan de los 12 tipos sicológicos básicos en el ser humano, arquetipos humanos básicos. Los planetas también tienen analogías con lo mismo, y las casas arqueológicas también. Entonces, lo que ocurre es que van aflorando estos arquetipos y lo que hace uno es ir chequeando estos aspectos en la persona. Por ejemplo, si dices ¿qué pasa con tu Aries?, te refieres a qué pasa con tu iniciativa, tu capacidad de guerrear o de lograr las cosas por ti misma.  Pongo todos esos temas sobre la mesa.

¿Qué se provoca en la persona, sanación o toma de conciencia? 

-Pienso que el rol del astrólogo es promover los equilibrios en el ser humano. Por ejemplo, una persona tiene todos los planetas sobre el horizonte, eso quiere decir que todo está hacia afuera, lo público, pero no tenía nada en el cielo, en la parte íntima, entonces era doctorada profesionalmente, pero  tenía un vacío afectivo. En ese caso coincide con la propuesta del mapa astrológico. Y uno ahí aconseja trabajar esa parte, dándote más espacios personales por ejemplo.

Si tienes mucho de algo, tienes que preocuparte de lo que tienes vacío, porque la idea es crecer como seres humanos integrados.

¿Con todos estos aprendizajes cómo interpretas lo que es vivir?

-Uff..., desde mi rol terapéutico, pienso que mi misión es despertar los potenciales de las personas y promover los equilibrios. También generar caminos de comunicación, porque creo que ahí está la clave, cuando uno logra poner en palabras lo que uno siente, tiene la posibilidad de comprender para qué vinimos a esta experiencia que es vivir.

¿Hasta qué punto el dolor o las experiencias fuertes, son un motor para ser buscador?

-De todas maneras, porque cuando las fuerzas flaquean en ese minuto uno empieza a parar las antenas y te preguntas qué puedo hacer. Uno es uno, pero también es tu entorno familiar y social. Si tu familia no te apoya en la elección de vida que tienes es  difícil poder sobrellevar eso.